Por lo que se vislumbra el presente no es un inicio de año que conduzca a la tranquilidad de la mayoría del pueblo colombiano, especialmente en lo atinente al reajuste de los precios de bienes y servicios y en lo que respecta a la canasta familiar; el 2022 comenzó de una manera preocupante con muchas alzas, las que si bien es cierto son comunes en cada inicio de año.

Con el horizonte de la meta de inflación para este año con toda seguridad, se ajustarán las tarifas de los servicios públicos como agua y electricidad.

A mediados de este mes seguramente se incrementarán el valor de los peajes no concesionados y como consecuencia las tarifas del transporte de carga y de pasajeros, seguramente aumentarán todos los valores tributarios y hasta las multas en esta materia serán igualmente reajustadas.

Con toda seguridad las cuotas moderadoras de salud se incrementarán en el equivalente a la inflación causada y aumentará también el costo de la medicina prepagada, en algunos casos ya se notificó a los usuarios de aumentos de hasta el diez por ciento.

El valor de las matrículas a cargo del golpeado bolsillo de los padres de familia subirá para el caso de los colegios privados, por supuesto que subirán los precios de los textos escolares y las matrículas universitarias.

Se aproximan para estos días reajustes en transporte público de pasajeros urbano e intermunicipal y en la telefonía celular, subirán igualmente las cuotas de administración de los conjuntos residenciales y hasta el valor de las boletas para ingresar a espectáculos públicos, incluyendo los deportivos y culturales.

La clase media es por principio enemiga de las alzas, porque estas le complican su situación económica, independientemente a lo justo que estas sean; como sabemos, dentro de los parámetros de la economía de mercado, suben los insumos y estos a su vez disparan los precios de los artículos manufacturados y procesados y lo uno conlleva a lo otro.

Por la misma razón es que a diario crecen las protestas y el reclamo de las familias de escasos recursos económicos, cuando  se producen permanentes aumentos de los precios,  especialmente en aquellos productos que constituyen la canasta familiar, es así como se origina lo que se conoce como el efecto dominó: los distribuidores aducen que los transportadores aumentaron los costos de los fletes, éstos a su vez atribuyen su aumento al incremento de los precios de la gasolina y los peajes, y al final como siempre sucede, es el consumidor final el que termina pagando los platos rotos.

A lo anterior hay que agregar los ya tradicionales brotes especulativos, fomentados por avivatos acaparadores que se aprovechan de los incautos compradores, para así obtener grandes ganancias a costilla de los consumidores, sin que las autoridades intervengan para sancionar a los culpables de estas prácticas ilícitas.

Con el aumento permanente de la gasolina y los fletes, lo cual incide automáticamente en lo demás, los barranquilleros a menudo son sorprendidos con las alzas de precios de los productos alimenticios transportados de otras regiones.

Por esto hacemos un llamado a las autoridades competentes a fin de que se decidan hacer cumplir las disposiciones que rigen la materia de precios, pesas y medidas.

Por último, la denominada “cuesta de enero” desde ya se le  endilgará el incremento de las tarifas de buses y taxis en Barranquilla, también se le suma el alza del arriendo de vivienda urbana, la Unidad de Valor Real – UVR y los peajes, los cuales como se sabe dependen del índice de precios al consumidor.

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